La vida & la pérdida

La vida & la pérdida

Cuando el COVID apareció, el más grande miedo que todas las personas teníamos tocó la puerta de mi casa; enfermó a mi persona más preciada y se lo llevó. 

Ocurrió dos años después de sus inicios, cuando muchos habíamos bajado la guardia y existían un sinnúmero de cepas.

Hay días que me despierto por las noches con una sensación de vacío en el corazón, extrañandolo con rabia, cuestionándome si lo que hice estuvo bien, si las decisiones tomadas fueron las correctas. Hay otros días, en los que no me permito cuestionarme, pues sé con firmeza que no me arrepiento de nada, ya que así hubiese tenido el 1% de salvar al amor de mi vida y tenerlo unos años más junto a mí, lo volvería a hacer sin pensarlo, porque tenía que intentarlo, porque iba a luchar hasta las últimas y porque lo conocía. Porque sé que por mí, por nosotros, por nuestra familia; el luchó.

Y cuando ya no pudo más, se despidió. Lo sentí en mis sueños, en las fibras de mi piel  y en mi corazón; le dije que está bien, que puede soltar. Con el dolor de mi alma le agradecí la vida que nos dió y que íbamos a estar bien sin él, que no se preocupara más, que su trabajo en la tierra estaba hecho.

Es difícil aceptar que la persona que más quieres ya no está y de cierta forma se pierde el sentido de muchas cosas que se hacían juntos o que se compartían, como cuando viajaba a otra ciudad u otro país y me gustaba contarle todos los detalles de donde estaba y que hacía. Creaba notas mentales de las anécdotas que le iban a encantar para luego contárselas y aunque no viajara conmigo, era como si lo hacía. 

Eso también se perdió. Cuando viajo a algún lugar, mi cerebro por instinto crea la nota mental de lo que sé que le va a gustar pero ya no podré contárselo.

Pero la vida continúa y hay que aceptar que esa persona ya no está. No está físicamente porque te corre por la sangre, la tienes en las ideas, en los pensamientos, en los valores y principios; y aún influye en las decisiones que se toman.

Te deja un vacío que  jamás lo vas a llenar, el hueco queda y se debe aprender a vivir con eso y ser  feliz y agradecido, porque la vida es felicidad. Además tenemos la satisfacción de encontrar a esa persona  en los detalles, en lugares, en olores, en las pequeñeces de la vida. Nunca se van. Siempre están.

La vida es felicidad y se vive el aquí y el ahora. Me quedo con los buenos, con los malos y con los mejores recuerdos, con la vida espectacular que me dió y que tuve la dicha de compartir con él.

Me quedo con todas las enseñanzas, con el corazón lleno de amor, con los mejores recuerdos y eso es para siempre.

Esto es para mi papá:

Mi admiración por ti es infinita y estoy inmensamente agradecida de que me hayas tocado como Padre.

Hasta que nos volvamos a ver, disfruta del universo. Yo te encuentro en las estrellas.

Tu hija,

Mariana Esperanza

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