Soy una persona alegre, o era; aún no lo tengo muy claro.
Todo empezó hace dos años, finales del 2021; después de la pandemia cuando me quedé encerrada en una casa sola en una ciudad lejos de los míos, yo en Quito, ellos en Esmeraldas; sentí que la vida me quedaba muy grande. Pasé días en los que me costaba levantarme de la cama, pasaba los fines de semana llorando viendo Grey´s Anatomy, perdí el apetito, se me empezó a caer el cabello, y mis manos empezaron a temblar; como seguí yendo al trabajo y a veces solía reunirme con mis amigos, pensé: no puede ser tan malo ¿no?
Así fue como empecé mi proceso de ir a terapia, empecé con una psicóloga que me escuchaba mucho y decía muy poco y la verdad se me hacía difícil conectar pero empecé a sentirme mejor entonces decidí darme de alta yo sola (grave error), y así transcurrió un 2022 muy extraño, empecé una relación amorosa con un chico que me presentaron mis amigas, tenía un trabajo que no me gustaba y que me costaba hora y media ir, y hora y media regresar; estaba cansada, con insomnio, y me sentía tan perdida, no sabía como empezarme de cero, pero como tenía una relación “aparentemente buena”, un trabajo estable, amigos, y una familia hermosa, era incoherente pensar que yo podía pasar por una “mala racha”, pero así era, me sentía muy sola también y me costaba admitir que necesitaba ayuda.
Todo explotó en enero de este año cuando terminé con mi entonces pareja, el 6 de enero empezaba terapia nuevamente con otra psicóloga que me encanta, hasta el día de hoy; necesitaba un giro de 180 grados lo sabía y así fue, el primero de mayo compré un pasaje a Estados Unidos para pasar dos meses con mi tía, iba a renunciar a mi trabajo, me iba a tomar un tiempo en donde pudiera escribir, leer y practicar mi inglés, pensé que esa sería la solución pero en realidad fue la gota que colmó mi vaso, un cambio tan repentino hizo que mi ansiedad se disparara, pasé tres semanas durmiendo apenas 3 horas diarias, seguía trabajando entonces todo me sobrepasaba, un montón; seguía hablando con mi psicóloga y ella sugirió a tientas que recurriera a la psiquiatra, solo para “tantear el terreno”, en ese momento escribí a mi prima (psicóloga igual) y me recordó el antecedente familiar que tenemos por parte de padre (mi familia paterna tiene tres personas diagnosticadas con depresión y ansiedad) me tranquilizó diciendo que iba a estar mejor con la medicina, que no le tuviera miedo; y a pesar que soy una persona que lee un montón y escucha mil podcast, no fue hasta que me tocó a mí, que me di cuenta la cantidad de estereotipos que tenía acerca de la salud mental.
Llegué un 13 de mayo del 2023, a la que sería mi primera cita con la psiquiatra; después de mil preguntas y darme cuenta lo cansada que estaba, el diagnóstico era evidente: trastorno depresivo- ansioso; y así empezó un nuevo viaje en mi vida, con subidas y bajadas, pero no se imaginan el cambio que ocasionó en mi los antidepresivos, tengo las emociones más reguladas, duermo muy bien; igualmente tengo episodios en los que lloro mucho y me cuesta hacer las cosas más cotidianas del día a día, pero son menos frecuentes y más llevaderos, a mí la medicación me devolvió la sonrisa, los planes y el futuro; recuerdo que hace un mes le contaba a una de mis mejores amigas que quería irme a estudiar al extranjero y ella muy feliz me decía: que orgullo Ale, estás haciendo planes de nuevo. Jamás me había percatado que en todo ese tiempo me costaba imaginar un mañana; ahora lo hago y la vida se ha pintado de colores de nuevo; por fin.