Desde niña tenía muy claro que mis sueños profesionales estaban relacionados con la comunicación y el periodismo.
Era de las que agarraba el cepillo, simulaba que era un micrófono y me iba a entrevistar a mis familiares.
Siempre que me preguntaban: ¿qué quieres ser de grande?, mi respuesta era: quiero ser presentadora de televisión. Pero lo que yo no sabia es que la mayoría de veces, por mas que tú planees y sueñes tu vida de cierta manera, el universo se encargará de ponerte donde en verdad tienes que estar.
La primera vez que mi sueño se vio imposible fue cuando me enteré que estaba embarazada, tenia 17 años, estaba preparándome para los exámenes de grado que se dan en tercero de bachillerato.
Y cuando me enteré lo primero que se vino a mi mente fue: ¿qué voy hacer?, ¿cómo se los digo a mis papás?, ¿voy a ir a la universidad?, ¿me van a botar de la casa?, en fin un millón de preguntas, todas con escenarios catastróficos.
Para no alargarles el cuento mis papás fueron mi mayor apoyo desde que les di la noticia, ademas mi novio y yo decidimos casarnos, y aquí entre nos creo que eso suavizó el impacto para mis papis.
El acuerdo fue que ellos, junto con mis suegros, nos iban ayudar económicamente con nuestro hijo hasta que terminemos nuestros estudios universitarios.
Pasaron los años, mi esposo se graduó de arquitecto y yo de licenciada en comunicación.
Feliz y llena de ilusiones fui al mercado laboral, empecé como pasante en un famoso canal de tv, quería que me preparen para ser reportera, que al menos me tomen pruebas, castings o algo en donde pudieran notar el talento que yo estaba segura tenía, pero ellos siempre me decían que no, que yo no tenía el perfil para estar frente a las cámaras, así que me ofrecieron un trabajo en el área de producción. Como yo estaba segura que por ahí mi sueño no iba, rechace la oferta y seguí buscando en otros lugares.
Luego de algunos meses logre entrar a otro canal, aquí si como reportera, por fin mi primera gran oportunidad, di todo de mi y aprendí muchísimo.
Ese fue el inicio de un nuevo período de mucha preparación, en el que pase por algunos canales nacionales.
En mi último trabajo en tv yo ya era la presentadora de un pequeño segmento de farandula. Pero al enterarme que estaba embarazada de mi segundo hijo, algo dentro de mi se sacudió muy fuerte y sentí que era momento de descansar de lo profesional para darme la oportunidad de disfrutar la maternidad al 100%.
Eso si, me fui con el anhelo de que en un futuro iba a tener la posibilidad de volver.
Al poco tiempo de nacido mi segundo hijo, cuidándome con anticonceptivos y toda la cosa, quede embarazada de mi tercer hijo, no me pregunten cómo pero solo se me ocurre la frase de: cuando es de ser, es de ser.
Él nació cuando yo tenia 28 años y sinceramente sentí que ya no me quedaba mucho tiempo para buscar trabajo y peor aún en Television.
Así que empecé mandando hojas de vida, escribiendo a conocidos y todo lo que hacemos cuando buscamos empleo.
Me apareció una oportunidad, oportunidad que para mi fue uno de mis eventos canónicos más importantes, porque mientras yo estaba 100% ilusionada con regresar a trabajar.
En esa oferta me llamaron un día antes de que deba iniciar con el empleo, no voy a entrar en detalles de la llamada, pero la conclusión era: “Carito no podemos contratarla porque tiene muchos hijos y aún son pequeños”.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, sentí el corazón chiquito chiquito, sentí que por ser mamá sería imposible realizarme profesionalmente; lloré a mares y pase deprimida.
Hasta que, luego de algunos días mi esposo me dijo: Amor empieza hacer contenido en redes sociales.
Yo le dije: No, no quiero. Ya hay muchas chicas haciendo vídeos y fotos en redes, la gente no va a querer verme si ya hay millón de personas haciendo lo mismo.
el me dijo: igual nadie te quiere dar trabajo, NO TIENES NADA QUE PERDER. Esa frase me llego al alma.
Y así, medio de mala gana Inicie en el mundo de las redes sociales, con poquito contenido, sin mucha organización ni estructura. Sin pensar en realidad a donde este nuevo reto me podía llevar.
Poco a poco el camino correcto se fue mostrando solo, no sentía que nada era forzado, al contrario sentía todo tan natural, tan mío.
Empecé a conectar con mujeres que confían en mí contenido, que confían en lo que yo les diga, que confían en mi, y eso me llena el alma.
Así que en conclusión, hoy puedo decirles que agradezco que me hayan rechazado de los empleos tradicionales, agradezco por todas las puertas que se me cerraron, porque gracias a eso logre entender que cuando algo se te cierra no debes forzarlo abrirse, sino que debes mirar a otro lado, porque enserio te espera algo mejor.